Lo que ha llovido ya desde la última vez que mencioné un libro en el blog. No quiere esto decir que no haya leído ninguno desde entonces, pero hasta ahora no se me había ocurrido mencionar ninguno más.
La cuestión es que el otro día, estando en una de las librerías del pueblo, concretamente en la librería Ribera, librería que casi estoy convencida de que debe su nombre al nombre de la calle en la que se encuentra, o sea, la calle Ribera, no me lo ha dicho nadie pero es un sexto sentido que tenemos las mujeres, con el que somos capaces de intuir cosas; se me ocurrió pedirle ayuda a la librera para que me recomendase algún libro, dejándole muy claras todas las condiciones que debía de cumplir el tan preciado ejemplar.
- Nada de niños que pasan desgracias
- Prohibido muertes repentinas de alguno de los personajes a los que se les coge cariño
- Fuera los finales dramáticos, solo finales felices
- Novela ligera, nada de ensayos metafísicos que te dejan la cabeza loca
Total, que después de dejar el margen de maniobra bastante estrecho, me recomendó una novela romántica con humor y un perfecto final feliz, «Oye, morena ¿tú que miras?», de la escritora Megan Maxwell.
Bueno, bueno, bueno, bueno…, genial. He sido tan burra que me lo he leído en dos días. Así no gano para libros y lo peor de todo es que empiezan a ocupar un sitio en casa que no me gusta.
Este libro lo describiría como una mezcla entre «Cincuenta sombras de Grey», porque al protagonista lo pintan tan atractivo y tan, tan estupendo, de esos que no existen, que me recuerda a esa novela y por la cantidad de tensión sexual que se describe, aunque las escenas no son para nada subiditas de tono; y la película «La proposición», protagonizada por Sandra Bullock y Ryan Reynolds, porque gran parte de la historia transcurre en la finca de la familia de él y ella se hace pasar por su novia.
A pesar de las semejanzas, me ha gustado. Tiene escenas en las que te ríes porque no te esperas las ocurrencias de la protagonista que es una cachonda, como cuando conoce a una india que se llama Chenoa y de repente se acuerda de la canción de la cantante española Chenoa y empieza a tararear el estribillo. En fin, a mi esa clase de humor me gusta, sencillo y algo absurdo.
Y nada más que decir, si os va este tipo de lectura, pues adelante y si no, pues para atrás, más claro el agua.
¡A ver qué libro me leo ahora!
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