Creo que un de los mayores placeres que hay en la vida, es poder tomar el sol en otoño. Es un sol cálido, que para nada quema, reconforta y te hace sentir la persona más afortunada del mundo.
Siempre que puedo, aprovecho esos rayos de sol mañaneros. Hoy he comido en el jardín y ha sido increíble, disfrutando de una copa de vino blanco bien frío y después un café en una de mis tazas coloridas. La amarilla ha sido la elegida hoy.
Otro de mis momentos de mayor satisfacción, es desayunar al aire libre. Vaya, parece que todos mis placeres tienen que ver con la comida. Un desayuno de los de verdad, con un buen vaso de zumo, un café y unas tostadas bien grandes, con su aceite, su tomate y su jamón, ¡Dios!, qué gloria bendita.
El sol me da la vida, me da energía, me activa, me incita a pensar nuevos proyectos y me da pequeños momentos de felicidad. Disfrutaré de él mientras pueda.
¿Qué pequeños placeres confesables tenéis vosotros?, venga, suéltalo.
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