¿Es que Pincher va al colegio?, hombre…, pues no, pero septiembre es el mes de los nuevos proyectos, de cargar las pilas y comprar cuadernos nuevos. Como a Pincher no le interesan los cuadernos lo más mínimo, aunque puede que no le haga ascos a un buen lápiz, he pensado que le haría ilusión estrenar muñecajos. Después del verano, los pobres muñecos habían quedado muy perjudicados, la gallina ya no tenía patas, la pelota con ojos había perdido los ojos, todos estaban llenos de pinchos y pajotes imposibles de quitar a no ser que tuvieras la paciencia de un santo y no es el caso.
Así que hoy he ido a una tienda de mascotas y le he comprado una especie de tortuga con orejas y una ballena. Atentos a la cara de Pincher.
Cuando está en modo defensa, no es capaz de mirarte a la cara, lo hace de soslayo. O sea, le compro yo el muñeco y el chaval tiene las santas narices de decirme que mucho cuidadito con él, que la tortuga es suya y solo suya ¡Valiente pelagatos!
La cuestión es que le ha encantado. A la ballena no le ha hecho ni caso por el momento, pero a la tortuga no la deja ni a sol ni a sombra. El dueño de la tienda me ha dicho que normalmente a nuestras mascotas les suele gustar el muñeco que más nos gusta a nosotros, por aquello de la energía que transmitimos o puede que porque decimos: ¡mira Pincher, qué muñeco tan chulo te he traído! Es otra teoría.
Podemos decir que Pincher ya ha inaugurado septiembre, empieza el curso con energía y con muñecos relucientes.
- ¡Pincher!, no le tires tanto de las orejas que se las vas a arrancar
- ¡Pincher!, cuidado con la cola
- ¡Pincher!, los ojos no, que es nuevo
Bueno, a ver cuánto le duran.
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