Gracias al blog y a la comunidad bloguera, cada día me conozco un poquito más. Es verdad que llevo mucho años conmigo misma, prácticamente desde que nací, pero hay cosas sobre las que todavía no me había parado a reflexionar.
- ¿Estas segura?, pero si tu eres la reina de la reflexión, seguro que la pregunta esa de a qué huelen las nubes, era tuya.
Si, ya se que me gusta darle vueltas a las cosas, pero no me había dado cuenta de que esta afición mía por apuntarme a cursillos, no es nueva, por lo visto lo llevo haciendo toda la vida.
Ya con 4 años, cuando estaba en la guardería, me moría de ganas por participar en la carrera de sacos. No se por qué nunca lo hice, recuerdo que yo quería pero el profe no me llamaba para esos menesteres. Esto no demuestra nada, solo pone de manifiesto mis ganas por participar en todo.
Creo recordar que tenía 6 años cuando hice un año de yudo. Lo que más me gustaba era el entrenamiento.
A la edad de 10 años, me apunté a un curso de mecanografía. Tenía que llevar la máquina de escribir todos los días hasta la academia, la cosa tenía su miga, pesaba como un muerto, pero yo la llevaba tan gustosamente y practicaba y practicaba durante una hora. Ahora que ha pasado el tiempo, puedo decir que fue el curso más útil que he hecho en mi vida. Mientras los demás andan buscando las letras, yo ya he escrito un par de frases, de ahí que no soporte escribir desde el móvil donde soy un pato mareado y mi dedo le da siempre a la letra que no es.
Con 11 años ya daba clases de ajedrez, inglés y bandurria. Lo de la bandurria fue algo muy curioso. Llegó al colegio un señor que tenía una academia de música, para captar alumnos. En cuanto pronunció la palabra bandurria, se me antojó que ese era el instrumento que debía aprender a tocar. La guitarra no, era demasiado común, lo mío debía ser la bandurria. Si amigos, igual que digo que la mecanografía fue muy úitil, digo que la bandurria no me sirvió absolutamente para nada, ni para amenizar fiestas con amigos, ni para el coro de la iglesia, ni para la tuna, ni para nada. No hace mucho retomé la bandurria, se ve que estaba nostálgica o vete tu a saber. Estuve martirizando a la familia y a los vecinos un par de meses con los clavelitos, cielito lindo, la compostelana y alguna más. Siempre imaginé que tocaría en una tuna y que llevaría una capa con lazos de colores. Ya se, de imaginación ando bien.
Llegué al instituto y vinieron los deportes. Creo que lo practicaba casi todo, atletismo, baloncesto, balonmano, voleibol, badminton, natación, escalada, senderismo…, en fin, se ve que tenía mucha energía que quemar. Hasta hice un taller de teatro donde practicábamos la improvisación. No descarto retomar esta actividad en un futuro muy próximo.
Un verano me dio por la alfarería. Muy interesante por cierto. Todavía guardo las piezas que hice en su día.
La época universitaria no fue nada productiva en cuanto a cursos se refiere, bastante tenía ya con aprobar las asignaturas, pero pude asistir a un taller de repujado con estaño que formaba parte de la oferta de asignaturas optativas. Hice unas cosas monísimas y encima saqué buena nota que contaba para el expediente. Y la gente estudiando asignaturas como historia de la mecánica, vaya tostón, lo mío era mucho mejor.
Llegué a Madrid a trabajar y practiqué un poco de squash con los compañeros y recibí clases de guitarra. Se ve que tenía una espinita clavada por haber elegido la bandurria en lugar de la guitarra y quise enmedar el error. Puedo decir a día de hoy, que no se tocar la guitarra. Aprendí a tocar algunos acordes, pero no conseguí una soltura suficiente como para amenizar una velada.
Después un parón bastante importante dedicado a la crianza, donde lo único que practiqué fueron toques de balón en el parque.
Los niños crecieron y con ellos mis ganas de hacer cosas. Gracias a que me despidieron, de repente dispuse de mucho tiempo libre y me volqué de lleno en las actividades. Me dije, voy a ver si me saco unas cuantas espinas. A estas alturas ya no debe quedar ni una.
Clases de sevillanas, clases de flamenco, clases de padel, mucho gimnasio, cursos por internet, intento de apuntarme a un club de atletismo, clases de canto, diseño gráfico y web y abrir un blog.
Y ahora es cuando tienes que soltar esa pregunta que te viene rondando la cabeza.
- Hija, y después de tantas actividades como has practicado, ¿no has destacado en ninguna que te sacara de pobre?.
Pues se ve que no. Parece ser que el señor me bendijo con el don de la normalidad. Me dijo, tu serás normal entre los normales. Y así ha sido.
Y ya está, ya he terminado, acabo de llegar al presente, pero tengo un futuro por delante y amenazo con seguir haciendo cosas.
¿Qué será lo próximo?, no tengo ni idea, pero seguro que os lo cuento.
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