Anécdotas de una instaladora.

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Mi primer trabajo remunerado, fue como instaladora de teléfonos. Corría el año 1997. Fueron solo cinco meses, pero cinco meses llenos de anécdotas y experiencias.

Había terminado la carrera y me encontraba a medio camino entre el todo y la nada, vamos, que todavía nadie me había contestado a ninguna de mis solicitudes para trabajar como Topógrafo. Mientras si mientras no, mi padre me brindó la oportunidad de trabajar como instaladora de teléfonos. No me lo pensé dos veces, le dije que por supuesto.

Por aquel entonces, el total de instaladoras femeninas que había en Córdoba era cero patatero, pero eso no me amedrentó para nada. Me dieron un uniforme, consistente en un pantalón azulón, una camisa azulona y una cazadora también azulona. Tengo que decir que el uniforme no era nada favorecedor y que la camisa era tan sintética que sudabas la gota gorda nada más ponértela. Me hicieron entrega del kit básico de herramientas, unos alicates, un par de destornilladores, una grapadora y punto pelota. Creo que se quedaron un poco cortos en la cesión de material, pero al parecer, si querías más, te lo tenías que agenciar por tu cuenta.

Para completar este triste kit, mi padre me regaló un flamante taladro con varias velocidades, chuli pachuli, monísimo de la muerte. Creo que en aquel momento era la que tenía el mejor y más nuevo taladro de aquellos lares, y yo tan orgullosa.

Si hubiera estado más tiempo trabajando como instaladora, me habría hecho con uno de esos cinturones para colgar las herramientas, esos que llevan los profesionales de verdad. Ya me lo imaginaba, me veía como una pistolera del oeste, desenfundado el destornillador a la velocidad del rayo que mata. En lugar de eso, me tuve que conformar con una riñonera roñosa que encontré por casa y que servía tanto para guardar los destornilladores, como para meter las llaves. Muy útil y muy fea también, cierto es, pero cumplía su función.

Imagino que en estos momentos ya tenéis en mente la estampa, equipación azul, riñonera negra a la cintura y cartera al hombro para llevar los tacos, los conectores, el cable, las grapas, las rosetas y demás cosas de teléfonos. Ahhh, y no hay que olvidar la escalera de madera que llevaba en la baca del coche, importante para poder llegar a los registros que estaban en las fachadas de los edificios.

La verdad es que me sentía importante, poderosa. Y pensareis, pues con qué poquita cosa te sientes importante. Bueno, yo no diría con poquita cosa, diría con una equipación azulona, una riñonera negra, una cartera y una escalera de madera.

Por las mañanas, llegaba a la nave de la empresa y esperábamos a que el encargado repartiera las órdenes de trabajo. La jornada empezaba a las 8, pero hasta la 9 o las 10 no hacían el reparto. En ese tiempo, los compañeros hablaban de fútbol, de hijos, de la parienta o de temas varios. Tuve que ponerme al día del futbol si o si. Puede que no fuera seguidora de este deporte, puede que cerrase los ojos cuando retransmitían el fútbol por la tele, puede que cambiase de canal cuando daban los deportes en el telediario, pero si quería meter baza en la conversación mañanera, era fundamental estar al día del deporte rey, el dichoso fútbol. Me pareció curioso cómo algunos compañeros mayores que yo, pero más jóvenes que mis padres, eran muy conservadores con relación a sus hijos. Comentarios como, yo prohibiría a mi hija que se pusiera minifalda, me dejaban alucinada y ponían de manifiesto que la apertura de mente no iba con la edad, si no con la condición de cada uno.

Que cuándo vienen las anécdotas?, ahora, no seas impaciente, era fundamental crear la atmósfera primero.

Como ya he dicho, no era nada frecuente ver a una mujer instaladora, con lo cual, cuando llegaba a algún domicilio para realizar mi trabajo, el abonado o abonada, qué profesional me ha quedado esto, se quedaba alucinado. En una ocasión, una señora se quedó tan encantada de ver a una mujer manejando un destornillador, que llamó a su hija a voces para que pudiera apreciar tan excepcional espectáculo. “Mari, ven, corre, mira, una mujer nos está poniendo el teléfono y tiene hasta su destornillador y todo”.

La verdad es que me sentía como un mono de feria, pero bueno, creo que la mujer no lo hacía con mala intención, la mujer se sentía muy orgullosa del género femenino en esos momentos, viendo tales proezas, vamos, viendo como un taladro agujereaba su pared. Y yo pensaba, la única que está trabajando aquí soy yo, no se por qué esta señora se siente tan sumamente contenta.

En otra ocasión, y esto ya no tiene que ver con mi condición de mujer, aparqué el coche en una zona prohibida, pero como la calle estaba llena de coches en zona prohibida, me confié y allí lo dejé para ir al siguiente domicilio. Cuando volví, el coche ya no estaba. Increíble pero cierto, todos los coches de la calle habían desaparecido y un señor guardia andaba por allí poniendo multas a diestro y siniestro. Mi coche se lo había llevado la grúa, vaya suerte la mía. Allí me encontraba yo, con mi equipación azul, mi riñonera negra y mi cartera al hombro, en mitad de la calle, compuesta y sin novio. Pues no me quedó otra que coger el autobús para ir al depósito de coches. No me sentí nada cómoda en aquel autobús, me sentí como un jinete sin caballo, como un piloto sin su moto, como Marco sin su mono, 🎵más triste que un torero, 
al otro lado del telón de acerooooo…..🎵.

Y nada más por ahora, creo que la intro, como dicen los jóvenes de ahora, me ha llevado más de lo esperado y las anécdotas se han quedado en un suspiro. Si os habéis quedado con ganas de más, habrá que esperar a la siguiente entrega, si es que la hay.

Esto es to, esto es todo amigos.

41 respuestas a “Anécdotas de una instaladora.”

  1. Antes de comentar algo, déjame que digiera lo que acabo de leer y haga la digestión, luego si eso ya comentaré

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      1. El problema es que como estoy senil, ya se me olvidó lo que iba a comentar…

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        1. Pues no digas nada entonces.

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        2. La verdad es que en mi casa tampoco ha entrado ninguna mujer instaladora de nada. Ya te dije en otra entrada que eras una pionera.

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        3. Lo que más me gustaba del trabajo era que tu te organizabas, te daban la lista de casas a las que tenías que ir y lo ibas haciendo a tu ritmo, tenías bastante libertad. Normalmente la gente te recibía con mucha amabilidad.

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        4. Normal, siempre recibes bien a alguien que te viene a arreglar o colocar algo que quieres, y más siendo mujer que es muy poco visto.

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        5. Algunos señores hasta me llevaban la escalera. Les costaba ver a una mujer realizando este tipo de trabajos. Yo también alucinaría si viniese una fontanera a mi casa, por ejemplo.
          Al principio me costaba hablar con la gente, pero después cogí confianza y charlaba por los cuatro costados, casi como un taxista.😀

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        6. No te ofrecían una cervecita y cosas asi?

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        7. Si y hasta me daban propinas. En un julio muy caluroso me tomé una cocacola que me supo a gloria bendita, me la tomé del tirón.

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        8. Es que yo soy de los que ofrezco, por eso preguntaba… eso si propinas de mi no esperes, tengo una fama de agarrao que mantener…;)

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        9. La verdad es que no entiendo por qué la gente da propinas a ciertos gremios y a otros no. Al butanero si, al pizzero si, al médico no, al abogado no, al peluquero si, a la cajera no, al botones si. Debe haber por ahí una lista que se ha hecho viral y que todos siguen.😀
          A mi también me cuesta dar propinas.

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        10. Soy cofrade honorifico de la virgen del puño y Estados Unidos me ha declarado persona non grata

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        11. Seguro que la última vez que rellenaste los papeles para entrar en Estados Unidos, pusiste SI en alguna de las preguntas. Muy mal, hay que decir siempre NO, eso lo se hasta yo.
          -¿Es usted terrorista?
          -¿Trafica con armas?
          -¿Porta algún tipo de drogas?
          Vaya preguntitas, si la respuesta fuera SI, a tí te lo iba a decir, desde luego.

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        12. Lo del no lo tenia claro, lo que llevaba mal era lo de calcular el % de propina 😀

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        13. Jajaja, ahora lo entiendo. Si, es un rollo, te piden dineros por todas partes.

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  2. Una pionera, ya te digo, como las conductoras de autobús, o las mujeres policía… Fíjate que esa disposición me parece que te pega. Sigue, sigue con las anécdotas, ja,ja,ja

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    1. Me dijeron que hubo otras antes que yo, pero que al final terminaron en la oficina. A fecha de hoy, en mi casa todavía no ha entrado ninguna mujer electricista, fontanera, albañil o carpintera, puede que simplemente sean trabajos que las mujeres no quieren.😀

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      1. Cuestión de educación, creo.

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  3. Lástima que ser la primera mujer instaladora de teléfonos no te sirviera para librarte de que el coche se te lo llevara la grúa… ¡Esperando impaciente la siguiente entrega de anécdotas! 😉

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    1. Si hubiera llegado antes, a lo mejor podría haberle hecho ojitos al guardia, pero cuando llegué, el señor de la grúa ya se lo había llevado, pocas opciones quedaban ya.😀

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  4. Jajajajajajaja que pedazo de entrada!! Si es que no se puede ser más graciosa!! La verdad es que el telefono nos va un poco regulero, vente y le echas un ojo!! jajajajaja es broma. Si es que es verdad cuando te decimos que eres la más apañá del universo, esta Sensi vale para todo!! Una dudilla, ¿al «otobus» te tuviste que subir con la escalera a cuestas también? Si es así, vaya putada, y más con el calor que hace en esos cacharros (y con la indumentaria «sauna» puesta). Qué gustazo da leerte, un abrazo very fuerte (pareado «in inglis»).

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    1. La escalera la usaba solo de vez en cuando, normalmente solo me limitaba a trabajos dentro de la casa. Se llevaron el coche con la escalera encima, que ya hay que ser bestia, con premeditación y alevosía.
      La gente me miraba raro en el autobús, o por lo menos eso me parecía.
      En otro trabajo, relacionado con la topografía, revisaba planos anotando el nombre de las calles y más datos. Casualmente el cliente era Telefónica, pues cuando la gente me preguntaba que para qué era aquello y yo le respondía que revisaba planos para Telefónica, algunos me contaban sus problemas con su teléfono, que si le hacía un ruidito, que si se oía mal. Pensaba, los teléfonos me persiguen.😀😀

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  5. El senil se esta poniendo rematado, va a tener que grabar un audio antes de que se le olviden las cosas, ya no es tan raro ver mujeres en trabajos de los llamados de hombres, hasta una mujer encofradora he visto y eso si que es raro.
    Sigue con alguna anécdota más que yo me parto contigo jajajaja no se si habrá algo que no te haya pasado. 🙂

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    1. Lo importante es que las mujeres que quieran realizar ese tipo de trabajos, puedan realizarlos sin trabas, aunque me da que la gran mayoría no son muy fans.
      ¿Las encofradoras también sueltan piropos verdes?, creo que es un requisito para trabajar en una obra.😀😀

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      1. Jajajaja No es obligatorio pero si opcional y recomendable.

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  6. A ver si lo he entendido… te contratan para instalar teléfonos y no te dan herramientas? jajajajaajja. Me meo, que cutres.
    Lo que más me ha gustado es la escena del autobús, habría pagado por verte;)
    Hablando de verte, este post merece una imagen ilustrativa eh.

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    1. En aquella época no había smartphone para hacerse un selfie, bastante que le he hecho una foto a un registro.
      Y cuando terminé de trabajar allí, tuve que devolver los alicates y los destornilladores, faltaría más.

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      1. Me da igual, tu madre tiene que tener.

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  7. Post muy bien parido, voy a hurgar más por aquí 🙂

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    1. Paséate por dónde quieras, eres bienvenido.😀

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  8. Ósea, que eres manitas PROFESIONAL. Una McGyver de verdá. Qué fan tuya soy:)

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    1. No diría tanto, aficionada con alguna pequeña experiencia. El taladro lo sigo conservando, ahora ya no es el más moderno, pero le tengo cariño.😀

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  9. Me ha encantado esta entrada, si es que eres genial. Espero la continuación con tanta emoción como la señora que llamó a su hija para que te mirara.

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    1. A la mujer le pasó como a todos cuando gana España, que nos adjudicamos el mérito sin habernos movido del sofá. Eso si, si pierden, no queremos saber nada, a mi que me registren.

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  10. Muy bien parida esta entrada, voy a investigar más…

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  11. Pues es verdad que es un trabajo típico de hombres, no me había parado a pensarlo hasta ahora que lo has escrito tú. Pero míralo por el lado bueno: inspiraste a aquella niñita que ahora sabe que podrá desempeñar las tareas que quiera y no las que la impongan.

    Y además, has vivido dentro de un entorno masculino y sobrevivido para contarlo… eso tiene mérito, ¿no? 😛

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    1. Si es que de todo se puede sacar algo positivo. Tengo que decir que me trataron siempre muy bien.
      Una vez, mientras comprobaba la presión de las ruedas del coche, un hombre se me acercó para decirme que le parecía muy bien que una mujer hiciera eso. En fin, creo que a veces los hombres se impresionan por cualquier cosa.😀😀

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