Si pensabas que este título escondía un pensamiento profundo, siento decepcionarte.
Simplemente no doy puntada sin hilo, porque coser sin hilo es una estupidez. Bastante poco me gusta coser, como para encima coser sin poner primero el hilo. Puede que me falte un tornillo pero no toda la ferretería.
Aunque coser no esté dentro de mis actividades preferidas, reconozco que soy capaz de coser lo que haga falta si con ello solvento algún problema.
Que me compro una falda muy requetebarata pero que es dos tallas más grande, pues llego a casa y le meto la cinturilla. Que al niño se le cae el pantalón del pijama, pues le meto una goma. Que los pantalones le arrastran, pues le meto los bajos. Que se cae un botón, pues le pongo otro. Vamos, cosas que hay que hacer para salir del paso.
Cuando estaba en el colegio, a los niños les tocaba hacer manualidades de marquetería y a las niñas coser. Vaya mierda, eso si que era sexismo. Podría haberse dado el caso de que niños quisieran coser y niñas quisieran cortar madera, como por ejemplo a mi, pues no, ni se planteaba.
Coser a mano es muy ingrato, pero es la única manera que conozco, a las máquinas de coser les tengo mis respetos.
Primero hay que hilvanar la aguja. Qué puñetera la aguja!, ¿pues no es cada vez más pequeño el agujero?, cada vez me cuesta más meter el hilo, si es que ya no hacen agujas como las de antes.
Empiezas a mojar el hilo con la boca, que llega un momento que de tanto chuparlo está tan mojado que se curva cuando intentas atravesar la aguja. Parece que la saliva sirve para todo, para hilvanar agujas, para cerrar sobres, para quitar manchas en la boca de los chiquillos, para poner flequillos en su sitio, más usos que el super glue.
A lo que iba, ya tengo la aguja con el hilo, muy bien, empiezo al coseteo y ayyyyy!, ya me he pinchado. Si es que siempre me pincho. Miro la aguja con odio, como desafiándola. Esta se cree que me está amedrentando, así me desangre pienso seguir cosiendo el dobladillo de las narices. Se me han dado casos de sangrar demasiado y haber manchado la prenda en cuestión. Y ahora es cuando alguien dice, hija, cómprate un dedal. A ver si te piensas que no lo tengo, claro que lo tengo, pero no me lo pongo. Pasa como con los guantes para fregar, los tienes, pero siempre se te olvida ponértelos. Cuando tienes las manos levantadas, los pellejos reblandecidos y la piel más seca que un lagarto, te acuerdas de los dichosos guantes, que eran extrafinos, hipoalergénicos, suaves, una maravilla de la tecnología guantil.
Volviendo al tema. Solo coso por necesidad y por esa estúpida sensación de ser autosuficiente. Pensar que lo puedo hacer yo misma, me satisface. Solo acudo a profesionales para casos muy difíciles.
Aquí os presento mi último trabajo de costura. Tengo una gabardina con hebillas en las mangas. Estaba hasta las mismísimas narices de que se me desabrocharan las hebillas de las mangas y terminaran colgando. Y qué mejor solución que coserlas. Una solución drástica, lo se, porque ahora jamás podré ajustar las hebillas, pero realmente no servían para nada, eran un mero adorno, un adorno bastante molesto que despendolaba cuando menos te lo esperabas.
¡Y ahora si tienes narices, suéltate de tu sitio, salte de la hebilla, muévete, muévete!. Ah! que no puedes, lo sabía, se acabaron tus días de ir desatada, ahora te tengo bien controlada.
Ojalá todo se resolviese de la misma manera, que no me haces caso, te coso.
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