Seguro que nunca habíais visto un murciélago blanco, pues aquí tenéis uno.
Esta blusa es bastante simple, me refiero a su confección. No es más que un rectángulo cosido a otro rectángulo, dejando hueco para meter los brazos. Un poncho blusero, podríamos llamarlo. A lo mejor pongo de moda esta definición y se convierte en tendencia. Seguro que si.
Es mi primera pose en exteriores. No os emocionéis porque esto ha sido una excepción y no se si se volverá a repetir. Me las hice en Córdoba, en la parcela que tienen mis padres a las afueras de la ciudad. La ventaja de estas fotos es que me he ahorrado recortarlas, que es una tareílla entretenida.
Qué os puedo decir de esta camiseta-blusa?, pues que en cuanto me la probé, me sentí libre como un pájaro. Digo yo que sería por la cantidad de tela que tiene, que al abrir los brazos parece que vas a volar o que vas a cantar una canción de Mocedades. Muy mona.
Nada práctica si piensas ponerte una chaqueta, esta blusa se lleva tal cual, sueltecita, ondeándola al viento.
- Inciso: ¡Qué poco le gusta al corrector ortográfico los diminutivos!. Estoy hasta las narices de decirle que no me los cambie por palabras que no tienen nada que ver con lo que quiero decir, que ni se le acercan. Que quiero escribir «sueltecita», por narices tengo que poner «vueltecita». O sea, vueltecita si, pero sueltecita no. Que me lo expliquen. Y si escribo «tareílla», el muy condenado, en cuando me descuido me pone «trabilla». Trabilla?, en serio?, eso no encaja con nada que esté contando, ni ahora ni nunca. Si es que este corrector quiere mermar mi espíritu creativo, me quiere limitar a palabras corrientes y molientes, con lo que me gusta a mi un diminutivo. Donde se ponga un «apañaíto», un «olorcito», un «sueltecito», que se quite lo demás. Con este ejemplo acabo de tener una pelea con el corrector. Ha sido dura, encarnizada, pero he salido victoriosa. No se cuántos más envites podré soportar, es un rival duro de pelar.
Otro detalle a tener en cuenta si te pones esta blusa, es lo incómodo que resulta ponerse el cinturón de seguridad. Coges el cinturón con la mano derecha a la altura de tu hombro izquierdo, haces el gesto de introducir el, como se llame, en su sitio, hasta que haga clic. Pero qué pasa?, que no encuentras la hembra del, como se llame, porque ha quedado tapada por los metros y metros de tela de tu blusa murciélago. Con tu mano izquierda rebuscas y rebuscas y cuando tienes la blusa hecha una bola, aparece la hembra del, como se llame. Mete el, como se llame, y listo.
Solo es un inconveniente de nada, no hay que alarmarse. La blusa sigue siendo mona y eso es lo que importa.
Menos mal que no soy la vendedora de la tienda, porque con esta publicidad, no se yo si iba a convencer a muchas.
Pero como dice un amigo: «por lo demás, todo bien».
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