Seguro que alguna vez habéis formulado esta pregunta después de un período de vacaciones, al reencontraros con los compañeros o amigos. Seguro que también os la han hecho a vosotros. En este caso, vuestra respuesta ha podido ser de dos formas, muy detallada, como si se tratase de un diario de abordo o muy escueta, rozando la impertinencia. Todo depende del estado de ánimo con el que te hayan pillado o de la persona a la que se lo hayas contado.
No os voy a engañar, yo suelo ser de las del diario de abordo, extraño ¿verdad?.
No empeceis a temblar, porque no voy a torturar al lector…demasiado. Esto es algo por lo que tenéis que pasar y punto.
Cuando un amigo se casa y vuelve de su luna de miel, sabes que vas a tener que ver el video y el álbum de fotos. No es una opción, nadie te va a preguntar si quieres o no, se da por hecho.
Tengo que reconocer que para mi no es ninguna tortura, porque me encanta ver fotos. Aunque después de las primeras 2.000 fotos, se me queda el cuerpo un poco trastornado.
Y como ya os he puesto sobre aviso, aquí viene mi semana de vacaciones.
Origen: Madrid – Destino: Zahara de los Atunes, Cádiz
Operación salida sin contratiempos. La primera parada sería en Córdoba, mi tierra natal. La estrategia era clara, dejar a los niños en Córdoba con los abuelos mientras nosotros (amantísimo esposo y servidora) pasábamos unos día de relax en Cádiz. Aquí es cuando decís: ¡Vaya morro que tienes!, pero a esto no lo llamo morro, lo llamo estrechar lazos «abuelos-nietos». Todo sea por la familia. (Esta parte hay que decirla con voz de El Padrino).
Antes de plantificarnos en Zahara de los Atunes haríamos una parada en Sevilla. Visitaríamos a un amigo y nos pasearíamos por las calles de Sevilla, veríamos el ambiente y disfrutaríamos de su gastronomía.
Un objetivo perfectamente cumplido. Un tiempo estupendo tirando a calor, un olor a azahar que te recordaba que estabas en primavera, mucha gente paseando, disfrutando y llenando terrazas y bares.
Aunque Sevilla es una ciudad que ya conocía, siempre es agradable pasear por sus calles. Me encanta su luz y el paseo por el río. Aquí van dos fotos obligadas si vienes a Sevilla, La Torre del Oro y La Giralda.
No podíamos irnos de Sevilla sin visitar antes Las Ruinas de Itálica en Santiponce.
No es que seamos muy entusiastas del arte romano, pero no cuesta ningún trabajo darse un paseíllo por las ruinas, con buen tiempo. Es lo más parecido a pasear por el campo, con un baño cerca y un puesto de agua.
Como su nombre indica, se trata de una ruinas muy ruinosas. Lo único que allí queda son cimientos y mucha tierra por quitar para poder ver cuántos más tesoros quedan escondidos. Que no me estoy quejando, que me gusta ver ruinas, piedras e imaginar cómo fue esa ciudad en todo su esplendor.
Pudimos fotografiar los mosaicos que estaban muy bien conservados y a un grupo de restauradores haciendo su trabajo.
Desde luego trabajo tienen hasta el fin de sus días. Te lías a arreglar, arreglar y no acabas nunca. Es lo bueno que tiene trabajar en unas ruinas. Lo único que necesitas es que el grifo de las subvenciones no se acabe y asunto resuelto.
Me hacía mucha gracia el contraste entre los restauradores, con sus guantes, sus brochas, sus paletas, su cubito de mezcla y los señores del mantenimiento, con su carretilla llena de piedras, sus palas, su cubo lleno de mezcla, pero a otro nivel. Perfectamente los dos grupos podrían decir que se dedican al mantenimiento de Las Ruinas de Itálica y ninguno mentiría.
Lo más impresionante fue el anfiteatro, muy bien conservado. No todo iban a ser cimientos.
Última parada, Zahara de los Atunes. Tenía muchas ganas de ver el mar, de pasear por la playa y de comer pescado. En Zahara se come el atún de mil formas. Si no te gusta el atún, siempre hay opciones como la carne de ternera de retinto, pero el atún te lo van a ofrecer por todas partes.
Como buenos turistas, nada más llegar fuimos a la playa. Para mi gusto no hacía el suficiente calor como para ponerse en bañador.
Los cordobeses somos así, si no hace 40 grados no nos metemos en el agua. No somos como los ingleses que con 15 grados se dan por satisfechos y se lanzan al agua como si no hubiera un mañana. El cordobés sabe que 15 grados es temperatura de invierno y que los 40 te están esperando pacientemente en verano. Así que no hay que precipitarse.
Me llevé el bañador por aquello del «por si acaso», incluso me lo llegué a poner, pero el pobre no llegó a ver la luz. Encima de él llevaba una camiseta, un jersey finito y una chaqueta, sin olvidarme del pañuelo en el cuello y los vaqueros.
Pensamos que quizá al día siguiente haría más calor y decidimos pasear por la arena. Nos liamos a andar, andar, andar y andar, sin darnos cuenta que después teníamos que volver, volver, volver y volver. Vamos, que con la tontería nos hicimos 10 km. Puede parecer poco, pero para un primer día, creo que fue demasiado. Al día siguiente tenía agujetas.
Amaneció nublado con viento y fresquito. Creo que es imposible hacer una maleta con la que aciertes, donde no te sobre nada y no te falte nada. En mi caso me sobraban muchas camisetas cortas y me faltaban más jerseys. Y un abrigo tampoco me habría venido mal. La gente parecía que no quería reconocer lo evidente. Hacía frío y punto. Pero no, ahí estaban los turistas con sus pantalones cortos y sus chancletas, con la piel de gallina, frotándose las manos y encogiéndose a más no poder.
A mi se me metió el frío en el cuerpo y no quería abandonarme. Pero eso no fue impedimento para visitar el pueblo y los alrededores.
Me llamó mucho la atención estos trabajos de ganchillo decorando farolas, señales de tráfico y árboles. Muy original. Le tuve que hacer fotos porque esto no se ve todos los días. Puede que le pueda interesar esta manera de utilizar el ganchillo a la bloguera https://mantasdeganchillo.wordpress.com. Me acordé de ella cuando hice la fotos.
No llevábamos una agenda tan apretada como algunos turistas. Entramos en la oficina de turismo y había un señor que parecía que quería conocer Andalucía en dos días. Dios mío lo que llevaba visto en un día y tenía una lista interminable de lugares que visitar. No hay que ser tan agonías, hombre, mucho mejor dejarte llevar, improvisar un poco y salirte del guión de vez en cuando. Si te ciñes mucho a los planes, a veces las cosas no salen como esperas y eso te frustra.
Fuimos a Vejer de la Frontera, un pueblo blanco muy bonito encima de una montaña.
Tenía sus calles empinadas, su castillo y muchas tiendas y bares donde dejar tu aportación económica para contribuir a la riqueza del pueblo.
Comimos en un restaurante que tenía un patio muy curioso, pequeño pero acogedor. Lo que tengo claro es que si vas de turista, tienes que hacer cosas de turista y pagar precios de turista. Así es la cosa. Y no pasa nada, tampoco hay que enfadarse por eso.
Otro día nos acercamos a Bolonia, donde se encuentra una Duna de 30 metros de altura. No subimos la duna porque ese día me encontraba un poco pachucha y no es una excusa, es una verdad como un templo.
En su defecto entramos a visitar las ruinas de Baelo Claudia. Estos romanos eran bien listos. Nos creemos que la era moderna ha inventado los chalets en la playa y resulta que los romanos ya tenían esto más que descubierto. Se hicieron una ciudad en la mismísima playa y algunas casas se ve que tenían muy buenas vistas al mar. Desde la ciudad en ruinas se puede ver la duna.
En lo único que pensaba mientras veía las ruinas, era en que no había ni una sombra y que esta misma visita en pleno agosto tenía que ser muy simpática, una chicharrera de mucho cuidado y que me alegraba mucho de estar viéndolas con una temperatura más soportable. También pensaba si lo romanos tendrían chiringuitos en la playa, como ahora. Seguramente si, porque lo bueno siempre ha existido.
Como historiadora no valgo ni un duro. Si te tienes que enterar de la historia de la Duna o de la historia de las ruinas por mi blog, vas apañado. Pero eso ya lo sabrás. Hay sitios estupendos donde te darán todos los detalles que necesites sobre estos temas, fecha, nombres, etc.
También estuvimos brevemente en Barbate, Conil, la playa de los Alemanes, el faro de Camarinal desde donde se ve esta playa y el cabo de Trafalgar.
Y para terminar esta crónica, quería mencionar que Zahara es conocida por sus conciertos en directo en los chiringuitos de la playa. A veces tocan grupos más conocidos y otras veces menos conocidos, pero siempre consiguen animar la noche. Estuvimos bailando al son del grupo «SuperAgente 86». Es un grupo que toca canciones de los 80 y 90.
Lo pasamos muy bien. Añadiré un cotilleo, coincidimos en Zahara con Paz Padilla y Pablo Carbonell. Con Pablo Carbonell compartimos barra en un conocido restaurante de Zahara. Cosa que no nos aportó absolutamente nada, pero yo lo suelto, como si tal cosa.
Y aquí termina el paseo por mis vacaciones de Semana Santa. Ya solo quedaba volver a Córdoba, comer un arrocito de mamá, recoger a los niños y volver a Madrid para poder continuar con la rutina.
No me quejo de la rutina. Me gusta la rutina, es lo que pone cada cosa en su sitio y lo que te hace funcionar. He estado desconectada del mundo bloguero dos semanas. no solo del blog, sino de cualquier vinculación con el mundo exterior. Durante dos semanas he sido yo y mis circunstancias. Todo es importante y necesario. Debe existir la rutina para que podamos disfrutar de las vacaciones y es importante estar conectada con el mundo para poder disfrutar de la soledad.
Bueno, no me enrollo más y no divago más. Si pensábais que ya había abandonado el blog, pues os habéis equivocado. No me caracterizo precisamente por la constancia, pero hombre, un voto de confianza, me parece muy pronto para abandonar este proyecto tan apasionante. Lo único que tengo que hacer es escuchar a mi cuerpo y él mi irá guiando. Siempre sabe mucho más que yo.
Por cierto, ¿dónde has estado?.
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