Ha empezado la primavera y cualquiera lo diría. No hace más que llover y llover, y a mí eso me deprime bastante. No se si deprimir es la palabra correcta, pero el caso es que se me van todas las energías.
Esta mañana he hecho varias actividades que en teoría deberían animarme. He dado mi clase de flamenco y mi clase de padel y además he jugado un partido. No se puede pedir más para una mañana de lunes. Pero han sido alegrías muy transitorias. Normalmente la alegría me dura todo el día, pero hoy no consigo mantenerla. Igual viene, igual se va.
En cuanto he llegado a casa, el cuerpo me ha vuelto a hacer ploff. Miro por la ventana y solo veo lluvia, una lluvia continua y débil, de la que moja sin darte cuenta. Esta es la lluvia más triste que hay. Prefiero la del chaparrón y los truenos. Causa expectación. Por lo menos te puedes entretener viendo los relámpagos y contando el tiempo que tarde en oirse el trueno, es muy divertido. Vas viendo como cada vez el tiempo es menor y el ruido cada vez mayor. Y si retumban los cristales, eso es ya la leche, dices: «ala, ese si que ha sido grande», como si hubiera una competición. Pero en cuanto la tormenta se va alejando, que lo sabes porque sigues contando el tiempo entre relámpago y trueno, te quedas un poco triste porque se va la emoción y el entretenimiento.
Pero como he dicho, la lluvia de hoy es de la sosa de verdad. Parece que cuando llueve incluso los ruidos de la calle disminuyen. Desde luego los pájaros no dicen ni mu. Siempre me he imaginado a los pájaros en situaciones adversas. Qué harán?, se mirarán unos a otros y se dirán con los ojos: «la que está cayendo!»?. Y el día que hace mucho viento, me los imagino agarrados con sus patas a las ramas, con las plumas hacia atrás, como si del pelo de Beyoncé se tratase. Aunque son pájaros, yo creo que tampoco les hace mucha gracia la lluvia.
A mi perro no le gusta ni un pelo. El puñetero se permite el lujo de recular en cuanto ve que está lloviendo. El pobre no entiende que no tiene otra opción, que como no sabe mear en el vater no tiene más remedio que hacerlo en la pura calle, con lluvia o sin ella. Y es que los animales son eso, animales, pero no son tontos. Prefieren los días soleados como el resto de los mortales. Cuando Pincher intenta volver a casa en cuanto siente la lluvia, yo le digo: «Mira perro, (es como lo llamo cariñosamente), no me toques las narices, yo estoy en la calle, con el chubasquero, con menos ganas que tu de pasearme y con menos necesidad. ¿Qué me estás contando?, que te molesta el agua?, pues a mi también, pero el que se está meando no soy yo, así que tira pa´lante, que te doy una colleja».
Yo creo que mi conversación la entiende perfectamente, porque en seguida continúa su camino. O eso, o que me ve con la mano amenazadora y me teme más que a una vara verde.
En fin, que no consigo ver ventajas en esto de la lluvia. Y que nadie me diga que es bueno para el campo porque eso es consuelo de tontos. Como cuando dices que te duele mucho una muela y el de al lado te dice que a él le duelen dos. Y a mi que me importa, acaso eso hace que me duela menos la mía!. Anda, que te , que te, que te.
Y para colmo, cómo voy a sacar un look de primavera con este tiempo?, no pega nada.
Ya se que esto de la lluvia tiene al mundo dividido, hay a quien le encanta. Pues me alegro mucho por estas personas que estarán disfrutando de lo lindo y yo seguiré suspirando y mirando a la ventana, oyendo el ruido del agua al caer, porque los condenados pájaros no dicen ni mu.
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