Aunque voy a quedar como una tonta pelá, os tengo que contar lo que me ha pasado hoy en la ferretería.
Os he comentado que tenía en mente un proyecto de bricolaje. Quiero hacer unos cajones para guardar los pendientes, pulseras y collares. Pues hoy me he pasado por un mini centro de bricolaje en un centro comercial y he comprado un tablero de contrachapado.
Como soy más chula que un ocho y muy burra, le he pedido al señor un tablero entero, que por lo visto medía dos metros de ancho por dos y medio de largo. El señor me ha preguntado que si lo quería cortar y yo voy y le digo que no, que me lo llevo tal cual.
Imaginaos lo manejable que era llevar un tablero de ese tamaño por el centro comercial. He salido de la tienda tan pancha, con mi tablero debajo del brazo, bajando por las escaleras mecánicas como si llevara una carpeta de colegiala.
El primer problema lo he encontrado al entrar al parking. Las puertas no se abrían porque el tablero iba por delante de mi. Tropezaba con la puerta antes de que el detector supiera siquiera que yo iba detrás, sujetando el tablerito. En este momento, un señor ha estado hábil y me ha ayudado, acercándose al sensor para que la puerta se abriera. Muy agradecida.
Luego he llegado a mi coche, un utilitario de tamaño medio. He plegado los asientos y cuando me he dispuesto a meter el tablero…..ja!, no cabía de ninguna de las maneras. Imagino que vosotros a estas alturas de la historia ya os suponíais que esto iba a pasar. Pues yo ni lo vi venir. Era tal mi optimismo que pensé que mi coche se lo cargaba todo.
Después de pensar,» no soy más tonta porque no practico», me quedé un rato meditando. Estaba claro que tenía que volver para que me cortasen el tablero y poder así meterlo en el coche. Pero solo de pensar que tenía que desandar lo andado me daba algo. Otra vez la puerta del sensor, otra vez la escalera mecánica, otra vez la gente mirando y lo peor de todo, la cara del señor cuando me viera aparecer con el tablero. Si es que estoy contribuyendo a la imagen de mujer inútil en una ferretería y eso es lo que me mata por dentro.
No he tenido más remedio que comerme mi orgullo y volver con cara de tonta, roja como un tomate, y pedirle al señor que me descuartizara el dichoso tablero en cuarto y mitad, en una cosa manejable. Ya me había hecho la chulita bastante, ahora era momento de salir con las orejas gachas.
Todavía no he descargado el tablero del coche, sigue en el maletero. Mañana ya si eso lo saco, tampoco hay prisa.
En fin, sentía la necesidad de compartir mi metedura de pata con todos vosotros, para que os echárais unas risas y pasárais buena tarde.
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