Estoy contrahecha. Es curioso como la imagen que tenemos de nosotros mismos no corresponde con la realidad. Yo me miro al espejo y me veo las gafas derechas y el pelo algo alborotado pero sin disgustarme. Pero en cuanto me hago una foto, al verla, la realidad se hace evidente.
Tengo una oreja más alta que la otra, con lo cual las gafas las llevo siempre torcidas. Del pelo casi mejor ni hablamos. Ese pelo no ha visto un peine en su vida. Así es como se queda si me lo seco con el secador a toda potencia. Con apariencia indomable, sin gracia, lo que se llama un pelo ni fu ni fa.
Cuando veo la foto pienso: «me voy a hacer otra porque ésta no ha salido muy bien». Y me hago otra, y salgo igual. Al cabo de 3 o 4 fotos con el mismo resultado, desisto y entiendo que las fotos no mienten.
Debajo del abrigo llevaba un jersey blanco y la ya famosa camisa de cuadros. He meditado sobre los jerseys que tengo y creo que son todos blancos, marfil o similar. Intento comprarme otros colores, pero al final siempre termino con el blanco en la mano. Tuve uno gris y me encogió en la lavadora. Siempre que me compro uno de lana, acabo destrozándolo. Y era mono… y gris. Será el destino.
Hubo una época en la que me dio por los jersey de cuello vuelto y me compré varios colores. Tenía rojo, azul, negro, gris y por supuesto blanco. Tenía, y sigo teniendo. En su momento me parecían estupendos. Ahora soy más fan de la combinación jersey-camisa. De todas formas habría que rescatarlos y darles otra oportunidad.
Con este look tan normal mi mente no me transporta a ninguna película, más bien me recuerda al catálogo de ropa del Carrefour o del Alcampo.
Abrigo acolchado de tintoretto y vaqueros, camisa y jersey de h&m.
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