No es fácil encontrar un revistero transparente, y menos encontrar algo que sólo existe en tu cabeza. Yo andaba buscando uno para el baño. A lo mejor tú eres de los que deja la revista encima del bidé y no entiendes la necesidad de un revistero, pero yo no quería tener las revistas danzando por ahí, apergaminándose por culpa de la humedad y cogiendo solera. Yo quería algo bonito, elegante, sencillo y liviano. Siempre con la premisa, «no me quiero gastar mucho».
No entiendo por qué lo elegante tiene que estar reñido con lo barato. Imagino que el que diseña cosas bonitas cobra más que el que diseña cosas horrendas y eso se transfiere al precio final, o simplemente nos timan. La cuestión es que la búsqueda se hace tediosa. Primero busco ideas en internet para ver qué existe en el mercado, y una vez que encuentro algo que me gusta, busco la versión barata, la copia. La regla de las 3 B, bueno, bonito y barato.
Empiezas por el Chino, que aunque tienen casi de todo, tienes que tener mucho cuidado con lo que compras, porque la línea entre lo estiloso y lo hortera, es muy fina. Puedes terminar con algo espantoso en casa, que luego no sabes dónde esconder.
Al final decidí usar un jarrón rectangular de cristal como revistero. Me hubiera gustado que fuera de metacrilato, para que pesase menos, pero no fuí capaz de encontrarlo y que cumpliera la regla de las 3 B.
Este fue el resultado.
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